ALFONSO REYES OCHOA.
Pero soy como me hiciste, Diosa, Entre las líneas iguales de tus flancos: Como plomada de albañil segura, Y como tú: como una llama fría. Sobre el eje de tu nariz recta, Nadie vio doblarse tus cejas, Ni plegarse los rinconcillos Inexorables de tu boca, Por donde huye un grito inacabable, Penetrado ya de silencio. En torno a ti danzan los astros. ¡Ay del mundo si flaquearas, Diosa! Y al cabo, lo que en ti más venero: Los pies donde recibes la ofrenda Y donde tuve yo cuna y regazo; Los haces de dedos en compás Donde puede ampararse un hombre adulto; Las raíces por donde sorbes Las cubas rojas del sacrificio, a cada luna.
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